Aquí va una reflexión de educadora ambiental:

Después de pasar por la escuela y estudiar todos los años, cada vez con un poco más de enjundia, según avanzabas en los cursos, la reproducción de los animales y de las plantas, uno llegaba a saber, superficialmente claro, que los animales podían nacer de la barriga de su mamá o de un huevo. Y así podías distinguir entre la vaca con su ternero y la gallina con su pollo saliendo del cascaron.

Poniéndonos un pelín más técnicos, por regla general, todos solemos asociar el término “vivíparo” a aquellos animales cuyo embrión se desarrolla dentro del cuerpo de la madre tras la fecundación, recibiendo oxígeno y nutrientes a través de la placenta. Y volvemos a asociar mentalmente, la imagen del ternero mencionado más arriba mamando de la ubre de la vaca, porque solemos unir el nacer de la barriga de la hembra con el tomar leche de una teta.

Pues bien, al cabo de los años vengo a descubrir con sorpresa que el término vivíparo también es aplicable a “ciertas plantas”, que en condiciones favorables,  pueden llegar a reproducirse del mismo modo. Es decir, las semillas germinan y crecen dentro del fruto, que además sirve como nutriente para que se desarrolle una nueva planta. Tal como lo leen, la viviparidad no es exclusiva de los animales. Hay tomates que nacen de la “barriga” de otro tomate.

Realmente la vida es fascinante.

(Fotografía de la web «Biólogos detrás del lente»)